Deja de seguir órdenes a ciegas
Las peores atrocidades de la historia y del mundo moderno se deben a los tontos que obedecen a cualquier figura de autoridad.
La obediencia se define como la subordinación de la voluntad a una autoridad. Esta autoridad puede ser una persona, institución, grupo de personas, deidad o ideología.
Al obedecer una persona puede seguir una instrucción, cumplir con una demanda o abstenerse de algo que se le prohíbe. Cuando se obedece se hace para evitar una reacción no deseada de la autoridad u obtener una recompensa de ella. Las reacciones por evitar pueden ser tan graves como la violencia física o tan leves como la decepción.
Las figuras de autoridad poseen la misma debido a que controlan recursos. Estos recursos pueden ser violencia, conocimiento, dinero, competencia, etc. Se obedece a estas figuras de autoridad con el fin de recibir o evitar lo que estas nos pueden hacer mediante sus recursos. Se obedece al jefe porque puede recompensarnos con dinero, al policía porque puede castigarnos con violencia y al médico porque puede curarnos con conocimiento. Si la figura de autoridad quiere lo mejor para nosotros, obedecerlas nos trae beneficios. La obediencia a veces nos permite obtener ventajas de los que controlan los recursos. El problema ocurre cuando las figuras de autoridad no quieren lo mejor para nosotros sino para sí mismas, ósea casi todo el tiempo.
La autoridad no tiene por qué querer lo mejor para ti. En algunos casos te ordenará a hacer cosas para su propio beneficio fingiendo poseer recursos que no tiene. Utilizará conocimiento falso o realizando amenazas de violencia que no puede llevar a cabo para manipularte. Lamentablemente muchos obedecen ciegamente, dan confianza absoluta a la autoridad solo por su posición “oficial”. Si la autoridad no puede sufrir las consecuencias de sus órdenes, no debes confiar en ella. Autoridad sin responsabilidad es tiranía.
El factor más determinante para que una persona sea obediente es la falta de responsabilidad personal. Muchas personas prefieren delegar sus decisiones a terceros con el objetivo de no asumir riesgos ni hacerse responsables de sus acciones. Una persona responsable no cree, ni confía, una persona responsable entiende y asume los riesgos de sus acciones en vez de utilizar a otros como excusa. El problema es que para entender se necesita dedicar tiempo y esfuerzo y para decidir por nosotros mismos se necesita valor. Por eso la mayoría prefiere simplemente obedecer y lavarse las manos.
Cuando eres un niño tus padres son la primera figura de autoridad que conoces. Ellos controlan todos los recursos a los que puedes acceder, pueden ayudarte o castigarte y sin ellos las posibilidades de sobrevivir son escasas. Una persona dependiente no tiene ninguna otra opción que subordinar su voluntad. Conforme vamos creciendo y aprendiendo nos hacemos menos dependientes de los recursos de nuestros padres debido a que logramos crear y controlar recursos propios. Un adulto libre no debería tener que obedecer a una autoridad para poder sobrevivir. Debería poder recolectar, crear e intercambiar recursos con otros adultos libres. Esta es la diferencia entre un hombre y un niño.
Si quieres que tus hijos solo obedezcan a personas confiables, debes empezar por ser una para él. Demuéstrales con tus acciones que quieres lo mejor para ellos, incluso en contra de tu propio beneficio. Para un niño que le compremos cosas, los mandemos a un buen colegio o que los protejamos no son buenos indicadores de que nos preocupamos por ellos. Muchos cumplen con estos requisitos básicos más por presión social que por sus hijos en sí mismos.
Para demostrarles que te importan debes hacerlo con tiempo y esfuerzo que otros no pueden ver. Pasar tiempo con ellos, enseñarles cosas, no tomar el camino fácil para ti entregándole una Tablet o dándole de comer lo que te permita salir del paso en vez de lo que les hace bien. El segundo paso para generar más confianza es no mentirles. No dejes que asocie a alguien que le miente con una figura de autoridad. Finalmente debes admitir cuando te equivoques. Este es el paso más difícil porque tu hijo verá que no eres infalible y pedirá explicaciones más seguido, pero se acostumbrará a cuestionar. Si haces todo esto tu hijo no se transformará en un adulto que obedece ciegamente a quienes buscan su propio beneficio.
Si tu hijo se niega a obedecerte debes primero intentar utilizar la razón para convencerlo. Sin embargo, si esto falla debes imponer tu autoridad utilizando las amenazas y el castigo. Aunque suene mal así funciona el mundo real. Las figuras de autoridad, benevolentes o no, utilizan el castigo para persuadir a las personas. Tú debes utilizarlo también cuando es necesario, tu hijo aprenderá a negociar, convencerte a ti o a no autodestruirse cuando no le dejas otra opción. Si quieres criar a una persona que dispuesta arruinar su vida o morir peleando por cualquier causa sin importancia, nunca le pongas límites.
Lo único que debemos evitar a toda costa es simplemente decir frases como “es obligatorio” o “porque yo lo digo”. Mejor es explicar la razón por la que le ordenamos algo y lo que haremos si no nos obedece. Una amenaza le hará menos daño a tu hijo que pensar que en el mundo existen cosas “obligatorias”. Cuando alguien le diga es obligatorio al menos se preguntará ¿O si no qué?